Entró, abrió la maleta y vio que le estaba esperando. La máscara le miraba con furia contenida, con arrogancia porcina.
—Hemos tenido que hacerlo.
—¿El qué? ¿Dejarnos aquí enterrados en vida?
—Pronto volveremos, vendrán otros.
—¿Y crees que eso nos consuela? Tú no oyes llorar a Monique todas las noches.
—…
—Vete de aquí.
—Empezamos en junio, ya no queda nada…
—¿Y esperas que aplaudamos esa cosa infantil? ¿Crees que hay sitio para alguien en esta puta maleta?
—…
—Apaga la luz. Tráenos algo de beber.
—No lo entiendes, Maese.
—Tú eres el que no entiendes nada. Vete de una puta vez. Deja abierta la maleta, déjanos morir en paz.