Como en la famosa tonadilla, agradecidos. Dos bonitas funciones el pasado 9 de noviembre en la iglesia de San Andrés de Cuenca, bello lugar en pleno corazón de la ciudad. A pesar de la gravedad que todo recinto sagrado impone, el niño lobo campó a sus anchas por el escenario, seduciendo una vez más a niños y no tan niños. ¡Ah, Cuenca! Buena gente, buena comida y buen ambiente titiritero. ¡Un absoluto lujo!
Más que agradecidos por su hospitalidad a Ángel y a Fernando, almas de esta iniciativa que esperemos dure largos años. ¡Volveremos!
En los aledaños de la iglesia, momentos antes de la primera función.